lunes, 4 de julio de 2011

NATURALEZA

                          CONTRAPUNTOS OTOÑALES (2)
Lontananza avistas el devenir transido de rebrotes. Oxido verdoso rebrota asido a la roca y al tronco. Nace una vida de hilos intuidos y camina grácil una araña ya tejida.
Una lágrima hospeda el fluido resol. Inicia  la danza del trasluz. Canta la libélula, zumba y levita el colibrí, que mosquetea el azahar...; vida, nueva vida al fin.
Dedalea ágil la tortuga entre quimas y raposea apática la ardilla entre el fango aterido de luz mortecina.
Ícaro se lamenta en alas derretidas y duerme el laberinto ático. Iza la voz en quejido al abismo.
Resuella un rebuzno sintónico. Todo el bosque escucha placidez orgullosa.
Sisea zigzagueante el topacio mientras un alevín azulea la roca hendida de ocre y que cimenta el tronco rallado a fuego cenital. Atisbas cirros luminosos en vorágine fija.
Hayedo que agita la paz en sinfónico silencio; batir plano de trenzas asumidas que integran la fusión diversa en frutos del nido imaginados; vida exaltada, convento de alas, piar de fakires, altura plana, rozar de grises; algarabía orquestada de sentidos, leve zumo visual,  pálpito auditivo, acidez  táctil, estrépito de silencios intuidos...catedral de eolos en rocoso recinto por ser.
Colores escritos en pintura, libro pintado en escritura, paisaje dicho en ciego, nada con todo, soledad sin existencia, vida sin realidad, subir sin altura, olvido sin historia, tener sin ser, morir sin vivir, existencia sin esencia...
Teñido el albur de certeza, olisquea un ademan no sugerido y retorna la dádiva sin don como un  vacío.
Bien herido el fakir tienta la sibila y airea su dudosa certeza sin aún contaminar el hado hundido en su trágala jaztanciosa.
Altivo el hálito del espliego rezuma su  aroma al relente y contempla el tenue batir como ósculo lujurioso de maruja al nacer mórbido el ocaso.
Aterecido el lecho de tersas sábanas musita el roncador su dédalo onírico tanteado por grávidos atisbos que degustan seca panoplia de frutos propios de un humedal ático.
Titiriteros y saltimbanquis ululan su quejido átono y quietan la serena lentitud muerta en la tundra alpina; anida el sobrio erizo en la copa y vivaquea rezongando en su cueva un titilado colibrí.
Conciliábulo de gnomos regatea nuevos horizontes; atiza carbones pálidos el rostro vínico del leñador y un zas apila trozos de calor escondido bajo albo talud.
Chisporrotea el declive otoñal cuando, al ocaso diurno, la aguda ardilla de ojos volátiles dentellea bayas y resume su cosecha para la humilde laxitud compartida ante el copo que llega.
Comprime su sabia un aliso de tronco hierático, otro roble alisa sus nervios lívidos, los erguidos acebos enciende sus luces rojas aleteadas por el urogallo, encinas adormiladas humedecen su altura y afinca las druidas al lar..; esperabais reventar vuestra vida constreñida en nueva explosión de color, como áulico don de la luz.
Se acerca un olentxero exultante y ensaca sorgines, drúides, meigas, lechuzas y búhos que, fundidos en santo Akelarre, aleluyan el ralo lar  prestado al aterido Infante mientras resoplan allá abajo los poderíos y sus partidarios de “ismos”, juntos unos, separados otros…; ¿ ¡ todos pordioseros ¡?. Amen.

No hay comentarios: