domingo, 3 de julio de 2011

CONTRAPUNTOS EN LA NATURALEZA

¿SENTIR EL OTOÑO EN VERANO? (1)
El Otoño nace fecundo en zarzuela de colores y canta al bosque aún animado en bullir de frutos; su lar es una verbena de cosechas entre ardillas, topos y hormigas; gravitan las hojas secas que, volanderas al ralentí, cubren la fecunda castaña, la bellota orgullosa y el trajín hormiguero.
Nuestro caminar se hace atávico y casi felino, sin dobleces pero ceñido, como levitando en la espesura de este bosque mestizado entre hayas, robles, alisos, castaños, abedules avellanos...y cipreses, y todos los coriáceos.
Asambleados en arbórea catedral florida de esculturales ramificaciones y nervios elicoidales; es como un valladar umbrío e inaccesible; es como un trasunto para enfática contemplación de la más humilde ascesis.
Allá abajo, pasando el cañizal, alguien trota cual Platero cansino hacia su hijo Camilo que rebuzna; rezonga tullido y asoma la jeta.
Observo cómo un felino corderillo ubrea instintos de loba, y un taimado cervatillo pastorea la camada de dulce tigresa mientras alguien lame el lúbrico dedo engatillado.
Humedea un agua sudorosa al flamear de eolos quietos allá, abajo, en el barranco silencioso pero pletórico de caminos sin salida.
Acuna sus hojas mi Otoño somnoliento y bosteza el bosque en exangüe desánimo. Sube la plenitud del vacío hundido; vida plena de latido ausente.
Escucho esa chusma que hocica, entre repisadas callejas, las bayas de un roble, noble por viejo, tieso, erguido y enjuto, pero dando su vida al fin.
A lo lejos, irrumpe un chirriante traqueteo vial con ojos de fuego y cola viperina, dotado de branquiales vomitonas rojas y naranjas, que arrastran onerosos matalotajes. Resulta ser la autopista ya caída la noche; en el bosque sigue la vida añorando agua y sol.
Allá, arriba, altivos dos cipreses galanean su corona como reyes creídos, en el robledal.
Bayas del castaño, fecundo en erizos, hieren el cantar de la brisa-niña, temerosos del batir de sus padres, que son  amigos del duende octubral.
Desde su erizada cuna entreabierta me mira una castaña asustada y aún dolorida del golpe liberador...;¡me he lanzado desde allá arriba!...¿a que soy valiente?; lo dice sin aspavientos, pero observando  con rubor las miradas compañeras...

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