lunes, 10 de abril de 2017

CUANDO LOS POLITICOS TRABAJEN COMO EL PUEBLO, NO SERÁN CASTA..., Y EVITARAN LOS MITINES


                      La costumbre amortigua la sensibilidad 


             (jjam)

La gente, (el pueblo), asume, procesa y comparte sus vivencias, dichos y acontecimientos de generación en generación; cuando estos se repiten con frecuencia  periódica utiliza el sentido común, que es la lógica del pueblo llano; se puede decir que así nacen muchos refranes como el enunciado.
La historia evidencia que el sentido común del pueblo tiene más fuerza lógica y contundencia intelectual que las elucubraciones de los filósofos; por eso los buenos filósofos (Sócrates, Platón, Diógenes...etc.) convivían con el pueblo a pie de plazas (ágora).
Hay una razón que argumenta de forma científica (matemática por la fuerza numérica de que la repetición hace hábito) que apoya la fuerza y contundencia argumental del sentido común o forma llana y directa de razonar del pueblo.
Los dichos o refranes son frases luz en términos de literatura popular (apotegmas diría un matemático griego) y son la conclusión estadística de dichos o hechos repetidos y con valor de predicción basados en la historia; algunos no valoran su carga científica.
Dicen que la Historia es la maestra de la vida; la Historia es una contalidad (hechos y dichos narrados por el pueblo); el pueblo hace y narra la historia, que nuestros ancestros llamaron “tradición” por que la narraban unos a otros (padres a hijos, tribus a otras tribus...etc.), aceptando sus añadidos interesados o literariamente imaginarios.
En general, el pueblo ha narrado la historia (los numéricos la contabilizan, los políticos la manipulan, otros la mitifican...etc.) ya que solo quien la ha vivido está legitimado para narrarla en los términos más verídicos y cercanos.
Los muchos (el pueblo llano) hacen y narran la Historia; solo unos pocos (filósofos, literatos, científicos, historiadores...etc.) la cuentan en términos literarios, sofisticados, con belleza imaginativa pero cuarteada por la lejanía, por la distancia y por su sentido tangencial sobre la realidad de los hechos acontecidos.
El pueblo es cultivado por la naturaleza pura, por la tierra, por el sol, por el agua, por el fuego; de ellos nace y vive, en ellos se desarrolla y muere, a la madre tierra vuelve...; “de un polvo nací, polvo soy y al polvo voy”..., digo que dice el pueblo.
¿Quién puede afirmar que las consecuencias silogísticas que concluye el pueblo tras sus narraciones, vivencias y experiencias y que cataplasma o catapulta en brillantes adagios carecen de igual o similar valor científico que los apotegmas y / o fórmulas matemáticas de los llamados científicos, sabios, literatos, leedores, y de muchos juntaletras?.
El pueblo siempre es generoso, no vende ni cobra su historia; la regala; hace la riqueza, desgasta su vida creando, desarrollando y transformando el entorno; el pueblo vive en, con y para el pueblo; solo el pueblo es inteligente, listo y noble.
Existen algunos pocos que niegan a su pueblo,  sus raíces en la madre tierra y se  llaman sabios, políticos, (los más no saben que son simples ciudadanos [de polis-ciudad] o asfaltanos  [componente del asfalto]), técnicos, contadores de números, monos gritando (mitineando)... y otros.
Prefiero a los lugareños, pueblerinos, patanes, aldeanos y narradores, que son tierra, sol, agua y fuego; están más cerca de la mística y de la deidad; son el pasado, presente y futuro, raíz y flor.                                                                                                                                                                                                                                                       

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