La costumbre amortigua la sensibilidad
(jjam)
La gente, (el pueblo), asume, procesa y
comparte sus vivencias, dichos y acontecimientos de generación en generación;
cuando estos se repiten con frecuencia
periódica utiliza el sentido común, que es la lógica del pueblo llano;
se puede decir que así nacen muchos refranes como el enunciado.
La historia evidencia que el
sentido común del pueblo tiene más fuerza lógica y contundencia intelectual que
las elucubraciones de los filósofos; por eso los buenos filósofos (Sócrates,
Platón, Diógenes...etc.) convivían con el pueblo a pie de plazas (ágora).
Hay una razón que argumenta de
forma científica (matemática por la fuerza numérica de que la repetición hace
hábito) que apoya la fuerza y contundencia argumental del sentido común o forma
llana y directa de razonar del pueblo.
Los dichos o refranes son frases
luz en términos de literatura popular (apotegmas diría un matemático griego) y
son la conclusión estadística de dichos o hechos repetidos y con valor de
predicción basados en la historia; algunos no valoran su carga científica.
Dicen que la Historia es la
maestra de la vida; la Historia es una contalidad (hechos y dichos
narrados por el pueblo); el pueblo hace y narra la historia, que nuestros
ancestros llamaron “tradición” por que la narraban unos a otros (padres a
hijos, tribus a otras tribus...etc.), aceptando sus añadidos interesados o
literariamente imaginarios.
En general, el pueblo ha narrado
la historia (los numéricos la contabilizan, los políticos la manipulan, otros la mitifican...etc.) ya que solo quien la ha vivido está legitimado
para narrarla en los términos más verídicos y cercanos.
Los muchos (el pueblo llano)
hacen y narran la Historia; solo unos pocos (filósofos, literatos, científicos,
historiadores...etc.) la cuentan en términos literarios, sofisticados, con belleza
imaginativa pero cuarteada por la lejanía, por la distancia y por su sentido
tangencial sobre la realidad de los hechos acontecidos.
El pueblo es cultivado por la
naturaleza pura, por la tierra, por el sol, por el agua, por el fuego; de ellos
nace y vive, en ellos se desarrolla y muere, a la madre tierra vuelve...; “de
un polvo nací, polvo soy y al polvo voy”..., digo que dice el pueblo.
¿Quién puede afirmar que las
consecuencias silogísticas que concluye el pueblo tras sus narraciones,
vivencias y experiencias y que cataplasma o catapulta en brillantes adagios
carecen de igual o similar valor científico que los apotegmas y / o fórmulas
matemáticas de los llamados científicos, sabios, literatos, leedores, y de
muchos juntaletras?.
El pueblo siempre es generoso, no
vende ni cobra su historia; la regala; hace la riqueza, desgasta su vida
creando, desarrollando y transformando el entorno; el pueblo vive en, con y
para el pueblo; solo el pueblo es inteligente, listo y noble.
Existen algunos pocos que niegan
a su pueblo, sus raíces en la madre
tierra y se llaman sabios, políticos,
(los más no saben que son simples ciudadanos [de polis-ciudad] o asfaltanos [componente del asfalto]), técnicos,
contadores de números, monos gritando (mitineando)... y otros.
Prefiero a los lugareños, pueblerinos,
patanes, aldeanos y narradores, que son tierra, sol, agua y fuego; están más
cerca de la mística y de la deidad; son el pasado, presente y futuro, raíz y
flor.
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